Aquella noche fue muy agradable para todos porque nos sentamos a orillas del río con el señor Pampín y su hijo a converzar de las cosas fascinantes de la naturaleza. Nosotros teníamos ya algunos años acampando en los montes de sabaneque pero nuestro anfitrión llevaba toda una vida fluvial que le había aportado sorpresas tras sorpresas. Nos contaba Pampín que las crecidas del Undoso habían llegado en muchas ocasiones hasta su cabaña a pesar de estar algo elevada en el centro del “islote”.
Hicimos buena buena pesca, al menos para el catálogo zoológico del Undoso, al sacar del río unos robalitos de buen tamaño (ver: PECES) y unas biajacas. Nos decía además nuestro anfitrión que en esta área del río entran muchos peces del mar y nosotros lo habíamos comprobado personalmente en otros viajes por estas orillas donde entrevistábamos a muchos pescadores fluviales y revisábamos su pesca.