SITIOS ARQUEOLOGICOS: “MATADERO- A y B”

 

     El dia 4 de Agosto de 1976 lo dedicamos a explorar el tramo que nos faltaba desde nuestro campamento hacia Sagua; arrancamos el motor por la mañana y nos llevamos todo un cargamento para no tener que regresar al campamento por todo un día. Al principio temíamos dejar a nuestro campamento abandonado, pero con la llegada del agradable y útil viejito Pampín comprendimos que ahora si tendríamos más libertad de movimiento. Pampín se comprometió a tenernos la cena lista cuando regresáramos por la tarde y con esa ventaja nos fuímos hacia el Sur del campamento en la cadena de exploraciones que nos faltaba por empatar desde Sagua hasta el Júcaro. Llegamos aún temprano a las cercanías del matadero de Sagua y a partir de ahí comenzamos el rastreo de ambas riberas. Lázaro y Guillermo explorando la banda Este del río y Rafe y yo la orilla occidental hasta donde pudiéramos en 10 horas. El compromiso era aprovechar el máximo del día para así poder vencer esta primera etapa del río hasta nuestro campamento, pero había mucho que ver en ese trecho y no nos bastaría con un solo día para completar nuestro plan. Esta etapa del Undoso es maravillosa y necesita de más atención de los futuros exploradores, quizás sea la más dañada desde el punto de vista del contacto de la civilización moderna pero en todos y cada uno de sus puntos rastreados encontramos sitios aborígenes alterados por la mano actual. Cerca del matadero hallamos dos Sitios al que precisamente bautizamos como “Matadero A y B”, donde la abundancia de dieta y conchas trabajadas (acumulada en cientos de capas) denota un basural prehistórico que debe estudiarse con prontitud ya que la actual actividad civilizadora y la acción natural del río pueden diluirlas con el paso del tiempo. Aunque nuestro objetivo principal era arqueológico, no perdí oportunidad de continuar mi catálogo zoológico y a cada minuto un nuevo ejemplar pasaba a engrosar mi colección. Muchos insectos caían en mi jamo entomológico y los iba colocando cuidadosamente en cajitas de fósforos con algodón y nicotina. Luego, al llegar al campamento, me deleitaba clasificándolos taxonomicamente junto al portal de la tienda de campaña y disfrutando de la apacible brisa del estío.

     En cuanto a los vertebrados, habían dos que eran foco de mi atención debido a los tantos relatos existentes, el temible cocodrilo y el poético manatí. Nos han contado nuestros mayores varias anécdotas de cocodrilos que se han capturado en el río Sagua, disecados y exhibidos se han conservado por mucho tiempo en casas y escuelas de nuestra ciudad, por lo que no descartamos la posibilidad de que aun queden algunos individuos aislados como sucede en el caso de los sábalos que a pesar de considerárseles extinguidos por completo del río Sagua, hemos podico constatar la existencia de individuos sobrevivientes de pequeña talla. Aunque del cocodrilo no tuvimos reportes, en cuanto al manatí la cuestión es menos enigmática ya que se conoce una gran población que aun ive en la desembocadura y personalmente he saboreado sus gustosa carne ya que fatalmente continua en el mercado negro. Los manatíes se ven en ocasiones río adentro a gran distancia de la desembocadura. Hemos coleccionado algunos de sus esqueletos como parte de donaciones de pescadores y campesinos fluviales.

     Aquella noche nos visitó el señor Pampín que era el dueño de la cabañita de juncos en el islote y que curioso por nuestra casa de campaña de acercó con recelo para conocernos. Le expliqué que éramos exploradores y que queríamos saber todo lo posible sobre su dominio; este amigo nos resultó muy amable y benéfico a nuestra empresa porque en el acto se comprometió a cocinarnos durante todos los días que allí estuviéramos, cosa que liberó a nuestro  chef  Urbicio de sus labores culinarias marchando al día siguiente para Sagua.